La prueba empezó una semana antes de que se diera la salida, mirando la
predicción meteorológica cada poco rato, lluvia y frío....vaya
panorama!!
El viernes Antonio y yo salimos hacia cabezón, durante las cuatro horas
de camino la conversación se centraba en la ropa que deberíamos llevar y
si era mejor no tomar la salida, había llovido bastante durante estos
últimos días y no sabíamos cómo estaría el
terreno.
Nada más llegar fuimos a recoger dorsales y a dar una vuelta por la
feria, empezamos a oír rumores de que se iba a modificar el recorrido.
Un par de horas más tarde la organización confirma que es así,
entendemos que debe estar realmente mal.
El sábado fuimos desde el hotel a la salida, solo son cinco kilómetros,
así vamos calentando oiga!. Antonio se va al primer cajón y yo al
segundo (cada uno donde debe estar) nos despedimos y nos damos suerte.
Mientras esperamos que den la salida comienza a llover, es entonces
cuando Antonio decide no tomar la salida, hecho del que no me enteré
hasta el final de la prueba. Tomo una decisión muy respetable, el día no
prometía ser agradable, y ya estamos muy mayores
para la épica, cada uno sabe sus límites y lo que está dispuesto a
pasarlo mal.
A las ocho en punto suena la música y..... salida!!
La jornada transcurre con lluvia y frío, especialmente cuando coronamos
puertos donde además azuzaba el viento, muchísimo barro en gran parte
del recorrido,en algunas zonas estaba impracticable, recordaba a esos
circuitos de ciclocross.
Esta claro que este año no está para hacer récords, así que despacito y a
conservar la mecánica, cada cierto tiempo toca parar a limpiar la
cadena y a engrasar (por fin hago algo bien).
Toda la prueba estuve bastante mojado, ya que además de la lluvia nos
hicieron pasar dos veces por el río, por cierto punto de los que más
gente había, se parten el culo los muy cabrones.
En fin, después de casi ocho horas llegada a meta, medalla de finisher
(buen detalle) y a comer. El personal hasta las cejas de barro y
tiritando de frío, servidor también.
Durísima edición de este Soplao 2019, de los alrededor de 4.000 participantes, solo llegaron a meta 1811.
Para mí una experiencia muy positiva (para mi bici no) que deja como siempre buen sabor de boca y quizá ganas de volver.
Cantabria es espectacular y sus gentes también, los 10.000 del soplao es una prueba distinta, que merece la pena hacer.